• 1975: madrugada en la que el puerto lloró.-
• Medio siglo después, la fe en la Virgen de la Puntilla convive con la corrupción que devora el territorio costero.-
Virgen de la Puntilla sobre ruinas. Composición sepia-documental.🕯️ Noche sin mar
En la madrugada del 25 de octubre de 1975, el huracán partió a Mazatlán. Los vientos superaron los 200 km/h y la marea entró con una furia que el puerto no había conocido en el siglo XX. Barcos sobre techos, casas bajo el agua, y un silencio posterior que aún retumba entre los muros del centro histórico.

De aquella noche quedó el olor a diésel, sal y lodo; y el recuerdo de una ciudad que despertó entre asombro y espanto.
🗞️ Mazatlán destrozado: la prensa lo contó todo
El Sol del Pacífico, el diario regional más influyente de la época, publicó a ocho columnas la mañana del 26 de octubre de 1975 el titular: “Mazatlán Destrozado”, acompañado de imágenes de barcos encallados, postes caídos y barrios enteros bajo el agua. Dos meses después, el mismo periódico dimensionó la gravedad con otra cabeza desoladora: “De 4 días a dos meses sin luz”. La hemerografía de esos días muestra una población reconstruyendo con palas, fe y diésel, mientras el gobierno trataba de administrar el desastre.

⚓ Fe, memoria y olvido
Cincuenta años después, Olivia ya no es huracán: es advertencia… y olvido. La fe popular levantó su santuario en la punta menor de la península (la Puntilla), pero el crecimiento urbano también levantó torres donde antes hubo humedales y lagunas. Mazatlán reconstruyó su fe, pero no aprendió de aquella desgracia. Hoy, las inmobiliarias colocan cimientos sobre dunas, manglares y marismas para torres espectaculares, mientras el mar acecha paciente como quien sabe que tarde o temprano reclamará lo suyo.
“La Puntilla sigue rezando por nosotros, pero el mar no suele perdonar.”
🌪️ Tempestad de hoy: corrupción urbana
El Olivia fue un fenómeno natural. El nuevo huracán es político y financiero. En nombre del desarrollo, se otorgan permisos en zonas de riesgo y se rellenan humedales con la misma ligereza con que antes se rezaba, pasando por alto el Atlas de Riesgo:
- Crecimiento sin medida y especulación del uso del suelo.
- Indiferencia institucional frente a riesgos costeros por efecto del cambio climático.
- Vulnerabilidad agravada por decisiones urbanas corruptas.

En la última década, Mazatlán ha vivido un boom inmobiliario y hotelero que crece en proporción directa al sacrificio ambiental de su costa. La valorización del suelo en corredores como La Marina, Malecón y Centro, y el aumento sostenido de departamentos y cuartos de hotel, han coincidido con rellenos de humedales, eliminación de vegetación costera y permisos en zonas erosionadas: una erosión inversa del territorio tan agresiva como cualquier tormenta.
🧭 Voces desde la memoria
Sandra Guido (Conselva, Costas y Comunidades) advirtió en La Tertulia que el mayor riesgo no es el huracán natural, sino el social:
“Mazatlán está en una línea de fragilidad. Lo que destruye hoy no es el viento, sino las decisiones: hemos urbanizado los cauces naturales del agua, rellenado los humedales y permitido que la costa sea vista como mercancía y no como ecosistema.”
Raquel Zapién, periodista ambiental e integrante del Comité Ciudadano Anticorrupción de Sinaloa, señaló en la misma emisión:
“Mazatlán no aprendió del Olivia; aprendió a esconderlo bajo el concreto. Tenemos autoridades que se declaran verdes mientras firman permisos en zonas de riesgo. El huracán de hoy se llama corrupción urbana.”
Fuentes en video: La Tertulia – Chiquete & Martini. Raquel Zapién:
ver aquí.
Sandra Guido:
ver aquí.
“La fe sostiene al puerto, pero el mar tiene la última palabra.”


