La Patria Íntima/Rafael Reyes Nájera “Kid Alto”, periodista y cronista deportivo/Por Mario Martini

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Por Mario Martini

¿Qué tal amigos que taaaaaal???, se escuchaba en las novedosas radios portátiles de los aficionados instalados en el estadio Teodoro Mariscal de Mazatlán, al momento de que todo mundo volteaba hacia la cabina de donde surgía el saludo para corresponder con aplausos, chiflidos y una que otra mentada. Era el toque de salida para la catarsis multitudinaria de la masa reunida en un encuentro de béisbol.

Quienes acudían al estadio por primera vez, miraban desconcertados a los aficionados con radios de transistores pegados a las orejas y establecer un diálogo a señas con el locutor de cabina, ya fuera para aprobar o reprobar sus comentarios, con la famosa señal de los emperadores romanos para decidir el destino de los luchadores del coliseo o la que décadas más tarde lanzó a la fama el político priista Humberto Roque, al momento de aprobar el incremento del IVA del 10 al 15 por ciento, y que explicaba gráficamente el sometimiento que el equipo de casa había infringido al contrario: «nos los enchufamos…»

Al momento de una crítica feroz del locutor contra el manager o algún pelotero, la masa  enardecía ya fuera en aplausos, chiflidos o mentadas. Aquello era la locura, avivada por un solo hombre que desde las alturas del conocimiento deportivo se daba el gusto de promover el linchamiento de manejadores, jugadores y directivos de la Liga Mexicana de béisbol del Pacífico.

Y tal era el respeto e influencia que inspiraba aquél hombre con micrófono y verbo como únicas armas que en un minuto conducía a la multitud a coronar o enterrar a los personajes de la contienda.

De carácter fuerte, radical en el análisis, dueño absoluto de información privilegiada, analista minucioso del comportamiento humano, periodista nato, bohemio de afición, Rafael Reyes Nájera condujo a los aficionados mazatlecos durante muchas décadas por los caminos de la verdad deportiva , descubriendo a tiempo las triquiñuelas de la engañosa mercadotecnia que construye héroes fugaces y leyendas de barro con el único propósito pecuniario de llenar los estadios y los bolsillos de empresarios voraces. Puede asegurarse, por tal descripción, que no fue “monedita de oro” para caerle bien a todos.

El Kid nació el 17 de agosto de 1922 en Culiacán, Sinaloa, día en que Jack Wadsworth de los Coroneles de Louisville impuso el primer récord de bateo en un juego en la Liga Nacional de Estados Unidos, pero  llegó al puerto con su familia cuando tenía ocho años de edad para abrazar para siempre a Mazatlán como su Patria Íntima.

A los 16 años hizo sus primeros trabajos como aficionado al periodismo deportivo, redactando pequeñas notas sobre basquetbol y beisbol para el semanario «El Deportivo», propiedad del respetado periodista Carlos «el Chale» (distorsión fonética del anglicismo «charlie») Salazar Cordero, quien en 1938 editaba la publicación en Mazatlán.

Inquieto y decidido a hacer carrera en el oficio, que en aquél entonces era representado por «gente honorable», conoció al historiador y periodista José C. Valadés, miembro de una familia liberal que desde la tribuna periodística combatió los excesos del poder en todas sus formas y en todas sus épocas y quien después de vivir en la ciudad de México regresó al puerto a fundar  «El Correo de Occidente», saga de «El Correo de la Tarde», decano de la prensa nacional, que don Francisco Valadés adquirió para combatir al porfiriato.

Valadés invitó al aun jovenzuelo a trabajar en forma profesional para cubrir el final de la primera temporada de la Liga de Béisbol de la Costa del Pacifico. Fue así, bajo la supervisión de un periodista íntegro, que comenzó a escribir crónicas deportivas y para ello, según el director del diario, el impacto entre los lectores sería mayor si utilizaba un seudónimo que le permitiera escribir con toda libertad, sin el asedio de la censura que por aquellos tiempos lo acechaba todo. El propio Valadés bautizó al espigado y enorme muchacho con el mote de Kid Alto que lo acompañó hasta el día de su muerte.

Al alimón de su trabajo en el diario, irrumpió en la crónica radiofónica en la estación mazatleca XETK, propiedad de Baltazar Olmeda y Luis Pantoja que competía con la XERJ de Oscar Pérez Escobosa, especializada en promover artistas locales y nacionales y en la que la jovencita Lucila «Lola» Beltrán dio sus primeros pasos hacia la fama. Fue tal la pasión que ambos medios le inspiraron que en ningún momento estuvo dispuesto a abandonar a alguno, aunque tal vez su carácter y sabiduría hayan sido mejor aprovechados en el medio electrónico.

«El Correo de Occidente» corrió la misma suerte de «La Tarántula» y «El Corroe de la Tarde», periódicos clausurados por la línea crítica y liberal de los Valadés. Al dejar de publicarse en 1948, su propietario regresó a la ciudad de México para dedicarse a la investigación histórica y el Kid fue contratado para trabajar en la versión contemporánea de «El Correo de la Tarde», cuyo cabezal había sido rescatado por Eutimio F. Sánchez.

Enterado de las populares crónicas beisboleras del Kid, que dieron viabilidad económica y audiencia a la empresa de Olmeda y Pantoja, arribó al puerto Don Francisco V. Blanco, quien llegó expresamente a contratar al brillante cronista para el semanario deportivo «Hit», que entonces dirigía Ángel Fernández, quien durante muchos años aturdió a los telespectadores de futbol y fue mal ejemplo de muchas generaciones de locutores que hasta la fecha glorifican una anotación al límite del alarido.

Inmerso en el beisbol, Kid Alto hizo una gran labor y su nombre ocupó cartel en las plazas del país donde el rey de los deportes es fe, ostia y pasión. Su empeño y la salida de Fernández del semanario, quien con mucha visión de futuro marchó hacia la incipiente televisión mexicana que con bastante olfato apostó al negocio del futbol, abrieron la oportunidad de ocuparse de la dirección de «Hit», donde confirmó su calidad periodística, conocimientos del beisbol y habilidades mercadológicas, pues de inmediato convocó a los lectores a participar en un concurso nacional para elegir al jugador más popular de cada temporada de la Liga Mexicana de Verano. La convocatoria puso los ojos de miles de aficionados en la revista que incrementó sustancialmente el tiraje.

A partir de esta exitosa promoción, además de encargarse de la dirección y escribir su columna «Polvos del Diamante», decidió hacer una serie de entrevistas a fondo con los peloteros, descubriendo su parte humana, y contrató colaboradores que le imprimieron mayor valor a la revista.

Las puertas se le siguieron abriendo en el mundo deportivo, en el que su amigo Ángel Fernández Rugama, Tommy Morales, Pedro el Mago Septién, entre otros, también hacían historia en el “rey de los deportes”. Cuando salió de la revista «Hit», fue comisionado por la Lotería Nacional como cronista oficial de los Diablos Rojos del México para narrar los juegos desde el parque del Seguro Social y dirigir un programa de televisión con entrevistas de peloteros nacionales y extranjeros que se transmitía 15 minutos antes de cada encuentro.

Durante el invierno, al concluir la temporada de la Liga Mexicana, regresaba a Mazatlán a incorporarse a «El Correo de la Tarde» y la XETK, para cubrir y narrar los juegos de la Liga de la Costa del Pacífico. El 15 de septiembre de 1951, durante la ceremonia del Grito de Independencia, Ernesto Zenteno Carreón, director de  «El Sol del Pacifico», de la cadena nacional del coronel García Valseca, lo convenció para que dejara «El Correo de la Tarde», donde inició sus éxitos, y escribiera una columna de béisbol a partir de la temporada de la Liga Costeña 1951-52. No fue una sino dos las columnas que escribió para El Sol hasta su muerte: «Calentando el brazo» y «Bolas y Strikes». Simultáneamente trabajó, siempre en la crónica beisbolera, en Saltillo, Monclova, Nuevo Laredo, Los Mochis, entre muchas más.

Respetado a nivel nacional y cansado de tanto viaje, decidió instalarse definitivamente en Mazatlán donde fundó y dirigió el diario «Sinaloa Opina», escuela y fuente de trabajo de varios personajes del periodismo y la cultura local como Francisco Chiquete, Raúl Rico, Abraham García Ibarra, Fernando Zepeda Hurtado, Tomás Galindo Valle, Raúl Villalpando, Octavio Osuna, Carlos Careaga, Martha Alicia González, Héctor Müller, Rutilo Jaime, Mario Martini y Alfredo Arnold Morales, entre otros, y dirigió un programa de televisión en el Canal 7 local que hoy tiene a sus mejores patrocinadores gracias al béisbol. En su periódico se aventuró a navegar en el mundo político, donde también se ganó un espacio gracias a la memorable columna política «Que me Siga La Tambora«, y descubrió su parte bohemia al producir programas nocturnos de música romántica en la radio local.

Con una fuerte inversión de su yerno Guillermo Puente Coutiño, el rústico diario se modernizó y estrenó nombre, maquinaria e instalaciones en el local que actualmente ocupa El Sol de Mazatlán. Con una prensa de 6 unidades, «Nuevo Diario» salió al mercado a mediados de la década de los 70 del siglo pasado, revolucionando el mercado local en materia de impresión.

Sin embargo, el Kid consideró que su fidelidad estaba con El Sol del Pacífico, donde laboró por muchos años y se hizo del reconocimiento nacional como «el cronista de beisbol mejor documentado de México», respetado incluso por eminencias beisboleras como Tommy Morales y El Mago Septién. Con esta gratitud a la que fue su casa editorial, decidió terminar su carrera periodística en ella.

Por sus méritos y tras cumplir holgadamente el requisito de «haberse desempeñado con profesionalismo en la crónica de beisbol durante más de 15 años«, ingresó al Salón de la Fama del Béisbol en 1983.

Murió en el puerto de Mazatlán en la víspera de la navidad de 1980, el día y año que Al Oliver pegó 4 jonrones y George Brett pasó a la historia como uno de los bateadores más consistentes de todos los tiempos.

(Semblanza publicada en el libro La Patria Íntima de Mario Martini/2009)

 

 

 

 

 

 

 

 

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