Del barrio de Olas Altas, TEC de Monterrey y Nuevo Diario, Raúl Rico, jovial setentero, a la dirección de Codetur y luego a encabezar el Instituto de Cultura fue un recorrido de 38 años (1987-2025) en las que Mazatlán aprendió a verse a sí mismo no sólo como destino de sol y playa, sino como marca cultural con los contrastes propios de los excesos carnavaleros, matizados con las veladas de Juegos Florales, Premio de Literatura-propuesto hace muchos años por el notario Octavio Tavis Rivera Fárber-, la Bienal de Pintura Antonio López Saénz con la creación de la Camerata y la decisión de la compañía de danza. Delfos de establecerse permanentemente en Mazatlán.Mazatlán, Sinaloa — 20 de octubre de 2025.-En el corazón del puerto, donde el malecón recibe las olas rebotadas del Pacífico y los metales de banda suenan más lejos que las sirenas de barcos, un nombre se volvió sinónimo de fiesta organizada: Raúl Rico González desde 1987.
Durante casi 4 décadas, su firma quedó al pie de la maquinaria que elevó el Carnaval Internacional de Mazatlán y ensambló una institucionalidad cultural que sobrevivió a cambios de administración, recortes y tempestades políticas.

El tránsito generacional se consumó en 1987, cuando Raúl Rico González asumió la dirección de la Comisión de Promoción y Desarrollo Turístico de Mazatlán (CODETUR), dejando a Héctor Díaz Valdés —el legendario Mr. Carnaval que encabezó la organización de la fiesta porteña de 1968 a 1989-—. Con ese relevo comenzó la institucionalidad de la fiesta que empezó con un pleito de los trabajadores del abasto y los muelles a fines del siglo XIX: el carnaval de barrio y carro alegórico dio paso al espectáculo organizado, con visión turística, ribetes culturales y proyección internacional, aunque Diaz y Valdez había conseguido que Raul Velasco y Televisa voltearan hacia Mazatlán. Rico llegaba a escena no solo como funcionario, sino como parte de una generación que entendió que la cultura podía ser el rostro más luminoso de Mazatlán.
Su amigo, Enrique Patrón de Rueda, director de orquesta repetía incesantemente una frase que Rico abrazó con entusiasmo:
Si un niño joven abrazan un instrumento de música, jamás agarrarán un cuerno de chivo”
Su salida del Instituto de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán (ICTAM), confirmada este 20 de octubre de 2025, cierra un ciclo y abre la pregunta inevitable: ¿qué parte del andamiaje que construyó es ya parte del ADN del puerto y cuál dependerá todavía de su timón?
Infancia de playa, oficio de productor
La historia pública de Rico no empieza en alguna aula, sino en la calle del hoy llamado Centro Histórico. Los viejos cronistas lo recuerdan niño en Olas Altas, mirando comparsas y carros alegóricos; el asombro de entonces maduró en oficio: producción, logística, alianzas, presupuestos, elenco, patrocinios y ese talento intangible que decide si una fiesta sólo ocurre o se vuelve memoria compartida.
De Codetur al Instituto: profesionalizar la fiesta y formar capital humano
En sucesivas administraciones, Rico asumió —y volvió a asumir— la dirección del organismo cultural, llenando los zapatos de Hector Díaz y Valdez -Mr. Carnaval-, y transitando de la lógica turística de los sesentas a la paramunicipal que conocemos, con un sello que combinó vitrina popular y rigor administrativo. Después de haberse jubilado, en noviembre de 2024 fue llamado para enderezar el barco que estuvo a punto de hundir José Ángel Tostado, oriundo del Huajote, que dejó al Instituto en los huesos con la complicidad y disimuló del entonces alcalde Luis Guillermo Benitez Torres. Rico fue ratificado nuevamente por el Consejo de Administración para el periodo 2024–2027, gesto que entonces pareció dar respiración de boca a boca a la decaída programación cultural anual del Instituto que llegó al límite de prestar el solemne Teatro Ángela Peralta para celebrar el “Día del Orgullo Gay” con un espectáculo que bien pudo presentarse en el table dance La Botana..
No sólo organizar, sino convertir la fiesta en marca de ciudad.”
A partir de ahí, la estrategia fue clara: consolidar el Carnaval como evento ancla —capaz de derramar visitantes y conversación nacional— y articular alrededor temporadas de teatro, música, danza, ópera y formación artística. El objetivo: que el puerto se mire en algo más que su postal marina.
El método Rico
- Escalamiento logístico: cronogramas al minuto, control de rutas, seguridad de talento y público, operación de escenarios.
- Curaduría popular-premium: mezclar artistas de talla nacional/internacional con elenco local para construir pertenencia sin perder taquilla.
- Marca Mazatlán: cada edición como escaparate turístico y cultural, con comunicación ordenada y relato de ciudad.
- Oficio político: navegar gabinetes distintos sin soltar el proyecto; institucionalizar procesos para que el Instituto no dependa de un apellido.
Luces y sombras
No hay gestión larga sin fricción. El 2025 trajo rumores, desmentidos, ajustes y finalmente la confirmación del relevo. Entre líneas, el debate de siempre: la gobernanza de los recursos, las prioridades artísticas, el tamaño de la fiesta en tiempos de presupuestos tensos y un contexto de seguridad errático que golpea la agenda cultural.

Y principalmente el uso frívolo que cada alcalde o alcaldesa le dan como oficina de relaciones públicas y no como lo que es: patrimonio cultural de los mazatlecos. Aun así, el Instituto mantuvo calendario y el Carnaval siguió siendo el gran imán de la ciudad, aún cuando recibe críticas fundadas de absorber casi el 70 por ciento del presupuesto anual, dejando un pequeño pedazo del pastel a la formación artística, justificación existencial del Instituto.
Mini Cronología comentada (2000–2025)
- 2000–2010
- Consolidación del binomio cultura-turismo: el Carnaval comienza a operar con estándares de producción más altos y una narrativa de “marca ciudad”.
- 2011–2018
- La prensa local bautiza a Rico como “hacedor de carnavales”. El término captura el tránsito de organizador a artesano de la fiesta, con curaduría, relato y escala.
- 2019–2022
- Vaivenes políticos y retorno al timón. Se enfatiza la necesidad de recomponer procesos y sacar mayor provecho a las finanzas del Instituto; se reordena la casa.
- 2023–2024
- Se profundiza la idea de Carnaval-ancla y se apuntalan temporadas escénicas. En noviembre de 2024, el Consejo lo ratifica como Director General.
- 2025
- Un año de contrastes: carteleras ambiciosas, cancelaciones sonadas por clima de inseguridad, ruidos políticos y, en octubre, la salida del cargo. Se abre una etapa de transición a meses del siguiente Carnaval.
El legado
Dos huellas quedan a simple vista. La primera es popular: generaciones que aprendieron a reconocer el Carnaval como orgullo propio, no como evento ajeno para turistas. La segunda es institucional: una estructura operativa —con errores perfectibles— capaz de producir agenda todo el año, articular elencos locales y sostener alianzas externas. Si el puerto ya habla “cultura” con naturalidad, algo de esa gramática se escribió en estos años.

Transición: lo que importa ahora
- Continuidad operativa: blindar procesos críticos del Carnaval (rutas, seguridad, contratos, comunicación) para evitar improvisación.
- Política cultural con barrio: reforzar escuelas y elencos municipales, barrios y sindicaturas; no todo es cartel estelar.
- Transparencia y métricas: presupuestos, indicadores de derrama e inclusión cultural publicados como regla, no excepción.
Epílogo
El sol cae sobre la bahía y el bronce del Pescador vuelve a encenderse. Una ciudad es sus ritos: la música que la recorre, la gente que la habita, y quienes tuvieron la paciencia de convertir la fiesta en institución. Rico deja el timón; el barco cultural no debe perder el rumbo. Lo que venga —nombres, estilos, recetas— tendrá sentido si no olvida lo esencial: la cultura no es adorno, es columna vertebral de ciudadanía.
— Valentina Ramírez, Coordinadora Editorial de Paralelo 23


