Por Mario Martini
Hace algunos años lo dijo Camelia la Texana con mucha precisión: la traición y el contrabando son cosas incompartidas. Enseguida le metió siete balazos a Emilio.
En efecto, los códigos morales de las pandillas criminales del mundo tienen a la traición como el agravio mayor que debe pagarse con sangre. Así lo han ejecutado desde su fundación la camorra napolitana, la cosa nostra siciliana, la ndrangheta también italiana, la hermandad rusa solntsevskaya, la yakuza japonesa o las triadas chinas.
El Cártel de Sinaloa no podía ser la excepción, partiendo del hecho que sus cimientos están anclados en la alianza entre varias familias de primer y segundo grado que al estilo de las monarquías europeas se fueron fortaleciendo con el matrimonio de hijas e hijos de los diversos clanes.
Con evidentes síntomas de senectud, el legendario traficantes Ismael Mario Zambada García cayó suavecito en la trampa de quienes había visto crecer como hijos y a los que por esta circunstancia les tenía fe ciega. No hay otra hipótesis que explique la candidez de un traficante tan experimentado como “el mayo” para ser sacrificado como toro manso por las artes de la traición. Bien dicen que los únicos que traicionan son amigos o familiares.
Los altos niveles de brutalidad de la conflagración armada que vive nuevamente Sinaloa, tiene su origen precisamente en esta conjura de las nuevas generaciones de narcotraficantes que dispusieron deshacerse del legendario capo septuagenario que dirigió y manejó las relaciones políticas y empresariales del Cartel durante medio siglo. Pensaron que ya era tiempo de retirarlo y en lugar de asesinarlo -otra manera de ascender en el escalafón- lo entregaron a las autoridades norteamericanas como un bono de jubilación.
Así como ocurre en el relevo generacional en las empresas, la ruptura entre jóvenes y viejos conlleva en ocasiones a una feroz lucha intestina por el poder que no acaba hasta que alguno de los contendientes opte por la rendición. En medio de este proceso de depuración y venganza está la población de Sinaloa que no tiene más alternativa que adaptarse a este otro tipo de guerra que si bien es de baja intensidad -modo guerrilla- no es menos brutal y sanguinaria, con objetivos precisos y el uso de redes sociales que cierran la pinza del terror que vive una sociedad secuestrada.
La traición y el contrabando son cosas incompartidas, ciertísimo, de tal manera que a los ciudadanos no nos queda más que esperar a que la violencia baje de nivel ya sea porque lleguen más tropas, ocurra el pronto debilitamiento de alguno de los grupos en disputa o la rendición de alguno o la posibilidad de renegociar la tradicional pax narca, como la deslizó el general de división Francisco Jesús Leana Ojeda, comandante de la Tercera Región Militar.
Saludos cordiales
MM