Antonio López Sáenz, mazatleco, monje, pintor y escultor

2 0
Read Time:8 Minute, 50 Second

La Patria Íntima

Por Mario Martini

Vista con detenimiento, la fotografía, impresa en color sepia que acentúa el drama del conflicto espiritual, parece el estudio fotográfico de un actor de carácter para audicionar en la película biográfica de Gandhi. Se ve al personaje quieto, de talla estirada y erecta, que mira al piso ensimismado tratando de encontrar pistas sobre su existencia, envuelto en una túnica de cuerpo entero, rasurada la cabeza, extraviado a propósito para descifrar su destino. Bien pudo interpretar con mucha dignidad plástica el papel que en suerte tocó al actor inglés Ben Kingsley, seguramente porque los productores no vieron este retrato del místico Antonio López Sáenz, metido a monje benedictino en un monasterio muy distante a su tierra natal.

Según palabras del artista, la foto coincide con la etapa de “la loquera mística” que aspiró cuando escuchó por    primera vez al viento en la avenida de Los Muertos de Teotihuacán, bebiendo catrinas de pulque. “Y fui monje con todas las reglas, siguiendo al pie de la letra lo que me ordenaba el prior José Lemercier de  la Orden fundada por Benito de Nursia y que en el siglo XX incluyó, con el rechazo del Vaticano, al sicoanálisis para conocer la verdadera vocación de los aspirantes. Su paso por el monasterio de Acolman, joya arquitectónica del siglo XVI, fue tormentoso, pues su animadversión con Lemercier y el sicoanálisis lo llevaron a tomar la decisión definitiva de abandonar el  rigor de los hábitos.

Menor de 4 hermanos: Roberto, conocido popularmente como  “el chubasco”, filatelista minucioso; María Teresa, quien llegó a pisar el entonces distinguido escenario  del Cine Royal como cantante vernácula;  y Rosa María; Antonio nació en 1936 en una calle sin empedrar cuyo nombre definiría su estilo de vida: Libertad. Nació, como dice el inmenso César Vallejo, un día en que Dios estuvo enfermo, pues con la enfermedad cargaría toda la vida. Desde pequeño tuvo dos revelaciones: sería enfermizo para siempre y tendría en sus manos y ojos los instrumentos hábiles para dar forma a toda suerte de utensilios y figuras con materiales callejeros que recogía en la Playa Sur.

Actualmente es  elemento imprescindible del paisaje del centro de Mazatlán, donde hasta hace unos años se le veía dejar puntualmente su estudio a la 1 de la tarde para ir en bicicleta por la comida diaria “especial para enfermo”, acomodada ordenadamente en un portaviandas metido en una bolsa de lona. Hoy, afectado por enfermedades varias, lo hace a pie, caminando temerariamente por el arroyo para evitar  las suicidas y tramposas banquetas de la ciudad. La figura del pintor, alargada, erecta, ceremoniosa, solemne, es un lienzo en esta parte del puerto olorosa a mercado, sudor y gases pestilentes de  camión urbano.

Figuras de mar y olor a sal

Él mismo describe los primeros pasos hacia el arte: “Mi infancia transcurrió en la playa. Ahí jugaba con mis amigos. Me gustaba sentir y jugar con la arena húmeda y lisa a causa de las olas. Esa fue mi primera tela. Un día tomé una vara y comencé a dibujar la silueta de un hombre. ¡Qué gusto me dio poder hacerlo! En la playa encontraba piedras de colores, conchas, algas, trozos de madera pulidas por el ir y venir de las olas. Me pasaba el tiempo pintando y haciendo figuras de barro. Conforme fui creciendo sentí la necesidad de dedicarme al arte, pero en aquel tiempo no había en Mazatlán quién pudiera guiar mi vocación; mis padres se dieron cuenta pero no tenían la capacidad económica para enviarme a estudiar a la capital y llegó el día en que tuve que contribuir a la manutención. Mi padre decidió que debía trabajar en los muelles de carga. Empecé a trabajar desde la primaria y me enamoré para siempre de los grandes barcos que aparecen en mis telas: “querencias del paisaje donde naciste y viviste en tu infancia”.

Todas esas imágenes pueblan su universo pictórico, aunque también abundan referencias al juego de beisbol, al paseo dominical, a las bandas de pueblo, a las serenatas, a los banquetes, a los desnudos masculinos y femeninos, a la hora de la siesta…

Es hijo de Roberto López Lascano, de orígenes familiares en Cosalá -trabajador de la aduana marítima de Mazatlán, hábil con las manos para reparar cualquier cosa y riguroso con el ocio de los hijos-, y de Petra Sáenz, mujer enérgica, de fuerte carácter que, sin embargo, pasaba el día cantando y soltando festivas carcajadas mientras realizaba las tareas del hogar.

Estudio la primaria en la Escuela Oficial # 7 Francisco I. Madero, ubicada a unas cuantas calles de la casa familiar que hoy ocupa el artista entre cuadros, proyectos, recortes, fotos bien organizadas sobre su trayectoria artística y rodeado por paredes relampagueantes de luz. Cursó la secundaria en la Escuela Preparatoria Pro Cultura Regional, donde tuvo su primer contacto con las disciplinas artísticas.

Como muchos jóvenes de su época, confirmó su vocación cuando conoció a doña Margarita Ramírez de González, la extraordinaria Nana Ramírez que cobijó con sabiduría y generosidad a la inquieta juventud mazatleca que quería saber qué ocurría al otro lado del mundo. La Nana pintaba, tocaba el piano, era una mujer culta y bien informada que no regateaba sus conocimientos a quienes a ella se arrimaron, como Antonio Haas, amigo entrañable del pintor que, humilde hasta el límite, le prodigaba admiración extrema.

A los 17 años, después de largo período de insistencia para convencer a sus padres, viajó en1953 a la ciudad de México para estudiar pintura en la Academia San Carlos, ubicada a dos cuadras del Palacio Nacional, donde culminó estudios como  Maestro en Artes Plásticas e Historia del Arte. Es en la parte antigua de la ciudad de México, de la que se enamora para toda la vida, donde descubre el encanto de los mercados mexicanos, la magia de sus colores, olores y sabores característicos. Vivió las penurias del artista, pero sobrevivió reparando baratijas que adquiría en el mercado de la colonia Buenos Aires, desde entonces nido de malvivientes, y vendía como antigüedades en una distinguida galería de amigas protectoras. Entre la penuria, tuvo la fortuna de conocer a la galerista Estela Shapiro, quien fue su representante hasta que murió.

  • Del puerto, al mundo

A partir de entonces, realizó una exitosa carrera que lo ubica hoy como uno de los artistas sinaloenses más reconocido en México y el extranjero. En forma individual, ha expuesto en varias ciudades de la república, así como en la sede de la Organización de Estados Americanos, Unión Panamericana en Washington; en el Museo Mexicano de San Francisco, California; en la Baldwin White Gallery; en la galería de la Embajada de Miami, Florida; y en Scheywer Galdo Galleries, de Michigan, Estados Unidos.También en exposiciones colectivas su obra ha sido elogiada  en prestigiadas galerías de Estados Unidos, así como en París donde en 1995 tuvo lugar la exposición “Cuatro pintores mexicanos”. Ese mismo año fue el primer pintor sinaloense en exponer en el Palacio Nacional de Bellas Artes, donde su obra unificó a la crítica especializada que le prodigó reconocimiento y admiración. Con exagerada humildad reconoce el talento ajeno y desestima el propio, pero basta observar cada una de sus pinturas o esculturas para apreciar su inmensa sabiduría para, con paciencia de pescador, captar imágenes y momentos  poblados de recuerdos de mar y olor a sal.

En 1988 su pintura fue seleccionada para exponerse en el recinto mazatleco donde se celebró la reunión de los presidentes Miguel de la Madrid y Ronald Reagan. En 1992 se realizaron presentaciones del libro Antonio López Sáenz, (con texto de Antonio Haas, Jaime Labastida y Cristina Pacheco), en Sinaloa y en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México. La constante humana del artista se expresa en los dibujos del libro Ismael, con poemas de David Martín del Campo, y con base en el saldo trágico de un ciclón. En 1992 fue designado miembro de El Colegio de Sinaloa. En ese mismo año se presentó en la exposición “Cuatro décadas del muralismo”, en las principales ciudades de Estados Unidos, como  Los Ángeles, California, Chicago y Washington, D. C.

En octubre de 1993, El Colegio de Sinaloa presentó la exposición “Antonio López Sáenz; Retrospectiva 1953-1990”. También expuso su obra en el Museo Regional del Valle del Fuerte, en la ciudad de Los Mochis. En la Fundación Ralli de Uruguay se encuentra incluida su obra pictórica.En 1994, expuso su obra “Paseos y miradores”, en la Galería Estela Shapiro de la ciudad de México.

En 1995 se instituyó en su honor el premio de pintura “Antonio López Sáenz” que se otorga durante el carnaval mazatleco. Ese mismo año, dentro de la semana sinaloense en el Distrito Federal, se presentó su obra en la muestra  “21 Pintores Sinaloenses en México” y fue galardonado en 1996 durante los festejos del XL Aniversario del periódico El Sol de Sinaloa, Al año siguiente participó en el 20vo. Aniversario de la galería Shapiro, recibió el reconocimiento a su obra por el Consulado General de México de Los Ángeles, California y presentó  la exposición: “Mazatlán… en la obra del pintor Antonio López Sáenz en el Acuario de Mazatlán”.

“Del mar al lago, de Mazatlán a Chicago” fue  la exposición presentada en Chicago, Illinois, durante octubre de 1998. En 1999, el H. Ayuntamiento de Mazatlán, le rindió homenaje develando la escultura “Milenio” de su autoría. La exposición “Volver a casa”, presentada en la Galería de Arte Frida Kahlo durante el  VI Festival Universitario de la Cultura en mayo de 2001, sirvió de marco para  que la Universidad Autónoma de Sinaloa le rindiera  homenaje a su trayectoria.

Es desde hace unos años “Cronista gráfico de la ciudad y del puerto de Mazatlán”, pertenece al “Colegio de Sinaloa” y a partir de agosto de 2001 el teatro de Villa Unión, Sinaloa, lleva su nombre.

Hijo de la luz

Devoto creyente de la luz natural, Toño López Sáenz define así su complicidad con el elemento principal de su trabajo: “Tengo una luz, que es mi propia luz, que ilumina mi mundo. Es la luz de Mazatlán y así lo reconocen quienes lo habitan y lo conocen bien. Yo tengo en mi trabajo una luz como de polvito de plata o polvito de cal. Mi propia casa es blanca, las paredes son blancas. No hay estridencia ninguna…”

A sus 84 años, Toño es artista y amigo que da sentido a la esencia de la Grandeza Mazatleca, de la que posiblemente sea uno de sus últimos emisarios con vida.

(Semblanza del libro La Patria Íntima de Mario Martini/actualización 2021)

Dona por un periodismo profesional, libre y democrático

Happy
Happy
100 %
Sad
Sad
0 %
Excited
Excited
0 %
Sleepy
Sleepy
0 %
Angry
Angry
0 %
Surprise
Surprise
0 %

Average Rating

5 Star
0%
4 Star
0%
3 Star
0%
2 Star
0%
1 Star
0%

4 thoughts on “Antonio López Sáenz, mazatleco, monje, pintor y escultor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *