Aunque nunca tuve el placer de trabajar con él, Chepe Rojas siempre se las ingenió para pasarme fotos para la Vitrina Urbana de la Talacha o para reportajes de Paralelo 23. Jamás fue mezquino para compartir las presas que capturaba en safaris por toda la ciudad, durante el trayecto cotidiano de un lado a otro para cubrir eventos de la fuente de sociales, en la que se especializó desde 1964 en competencia cerrada con Héctor el chino Müller. Entre ambos dominaron por varias décadas la escena social que dejó libre el querido gordo Abud.
Coincidimos muchas veces en desayunos tempraneros, ya fueran de trabajo como familiares, a los que llegaba con su inseparable Nelly, el amor de su vida. Coincidimos también en tertulias en el Club 30-60-90, Círculo de Amigos, Club de la Amistad o en la Casa Club de El Cid. Jamás lo vi de mal humor ni tomar más de la cuenta, desmintiendo aquella frase: “bebe como reportero de sociales”. Siempre sonriente y relajado, también inspiraba respeto por ser hombre de pocas palabras.
Supe de él en El Sol del Pacífico a mediados de los 70, criadero de reporteros y fotógrafos que luego alinearon en el Nuevo Diario y más adelante en Noroeste que logró penetrar al mercado mazatleco al desaparecer el periódico de Memo Puente Coutiño que adquirió Mario Vázquez Raña solamente para eliminar la única competencia de la OEM en el puerto. Chepe alternó con ases de la lente como Rutilo Jaime, el mismo Müller, José Ángel el gordo Maldonado, Armando Montalvo y “otros que escaparon a mi pluma”, para estar a tono con las cronistas de sociales.
Chepe Rojas y Carmelita Salazar
Chepe sirvió con toda fidelidad unos 20 años en El Sol del Pacifico que dirigían Ernesto Zenteno y Antonio Robles en la jefatura de redacción, y luego juró lealtad absoluta al Noroeste por 38 años más, agradecido, entre otras cosas, por haberle financiado un Tsuru nuevo de paquete que siempre mantuvo impecable. Y el agradecimiento no estaba de más, pues durante muchos años viajó por toda la ciudad en una poderosa moto Islo en la que llevaba a las reporteras en ancas, como a la entonces juvenil Carmelita Salazar de 16 años que lo tuvo como maestro y tutor en sus inicios de reportera. De tal manera que un auto nuevo de paquete, culminación de una larga carrera apasionada pero siempre limitada como la vida del periodista, era cosa de agradecer.
Fue de la vieja guardia de fotógrafos que disputaban el mérito de la mejor foto, “la de 8”, así fuera una fiesta infantil en la colonia Juárez que una boda de relumbrón de la selecta sociedad mazatleca o el intempestivo descarrilamiento del tren o algún ocasional accidente de tránsito, captados a la pasada. Siempre en busca del mejor ángulo y el mejor instante, iba y venía, subía y bajaba, sin dejar de disparar su cámara Nikkon. Fue él quien me animó a comprar una cámara profesional para iniciarme en el fantástico mundo de la fotografía que mi hermano Tirso lo ejecutó con bastante solvencia en el periódico Novedades de la Cdmx, pero no lo hice por la absurda idea de que el fotógrafo era jerárquicamente menor al reportero que operaba como jefe en el lugar de los hechos.
Alguna vez haremos un reportaje juntos”, prometía en reuniones bohemias. Nunca lo hicimos, me pesa.
Este año cumplió 58 como fotoperiodista, término acuñado para hacer justicia al trabajo del sencillo fotógrafo que, como decía, era considerado menor al reportero que en tono de burla hacía sentir la jerarquía: “ahorita le hablo a mi fotógrafo para que la tome…” Nunca se quejó de la fuente social, que algunos periodistas consideran como un género menor, pero Chepe la cubría con gusto ya fuera con Milicha, Malicia, Chuyita Cuevas, Carmelita Salazar o la cronista de sociales en turno.
Chepe Rojas y Joel Díaz Fonseca+, editor de Noroeste Mazatlán
Menos conocido como José Héctor Rojas Sauceda, falleció este 5 de septiembre, a los 79 años de edad, afectado de cáncer de páncreas, según lo confirmaron sus hijas Irene y Clementina. De acuerdo con la semblanza publicada por Noroeste, su casa por casi 4 décadas, nació el 22 de octubre de 1942 en Culiacán, pero desde muy joven se instaló en Mazatlán donde desarrolló su trayectoria periodística, cubriendo toda clase de sucesos, especializándose en la crónica social.
Fue testigo por casi 6 décadas de la vida social de Mazatlán y de alguna manera fue un cronista de la ciudad, pero principalmente del modo de vida de sus habitantes. La empresa lo jubiló hace algunos años y tuvo todo el tiempo para dedicarlo a su esposa, sus hijos Dora Leticia, Patricia, Irene, José Héctor y Clementina Rojas Manjarrez; a sus hijos de crianza Ramona y Cristhian; y a sus nietos.
Será velado la tarde de este lunes 05 de septiembre 2022 en la funeraria Moreh, de Juan Carrasco, en Mazatlán.
Reciban su familia, sus muchos amigos y colegas, un abrazo lleno de cariño con nuestras condolencias.
Vaya en paz este otro querido amigo que deja un espacio vacío, pero también una historia de generosidad y profesionalismo.