Francisco Javier Figueroa Fong, alpinista y expedicionario internacional mazatleco

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Sin apoyo ni más cumbres que escalar en su natal Mazatlán, Sinaloa, como el Cerro del Crestón, coronado con el faro que ilumina la entrada al canal de navegación del puerto; el Cerro de La Nevería que fue utilizado como almacén de hielo por los primeros comerciantes; la Loma Atravesada donde los huertistas se fortificaron para resistir el sitio revolucionario de 1914; el Cerro De La Cruz donde supuestamente hicieron estación los misioneros que venían con Nuño Beltrán de Guzmán; y la Loma del Gato, cuna del virtuoso betuco Arballo, Francisco Javier Figueroa es otra víctima de la indiferencia del gobierno y empresarios sinaloenses hacia el deporte en todas sus manifestaciones.

Cansado de tocar puertas y en busca de sus sueños, Francisco Javier hizo maletas y se puso como meta escalar el Monte Everest, la cima más alta del mundo, para demostrar que aún frente a la adversidad cualquiera puede conquistar sus sueños. Viajó a Estados Unidos a prepararse y durante 18 años practicó el deporte más exigente de todos, que no es otro que aquel que tiene como adversario la voluntad propia, el desgano, la fatiga, la derrota física y moral que hace la diferencia entre el éxito y el olvido, la vida y la muerte. En ese lapso escaló cumbres de los cinco continentes.

Hijo de Agustín Figueroa Aguirre y María del Carmen, descendiente de las pocas familias chinas que evitaron la persecución callista en la década de los 30 del siglo pasado, este alpinista mazatleco Francisco tocó muchas puertas en Sinaloa que no se abrieron. Como debe ocurrir a la mitad de una cumbre, no hay regreso. No flaqueó y siguió insistiendo hasta que el gobierno municipal de Córdoba, Veracruz, el Hotel Fiesta Americana y Joaquín Ortiz lo patrocinaron para conquistar su sueño.

Irónicamente encontró en Veracruz el respaldo negado en su estado y también a la compañera de su vida, Fátima Del Ángel, con quien comparte el reto de conquistar grandes monumentos de la naturaleza. En Sinaloa pocos saben que es el primer mexicano en conquistar el Everest.

En sus frecuentes regresos a Mazatlán, dictó la conferencia Del mar a la montaña en la Escuela Náutica Antonio Gómez Maqueo en la que relató algunas de sus muchas expediciones por el mundo, realizadas a lo largo de más de 25 años de carrera profesional.

Con memoria fotográfica, el mazatleco –vecino de la colonia Montuosa, pero avecindado en el poblado de Chilillos, al norte del puerto mazatleco- relató el acenso al Aconcagua, montaña ubicada en el departamento Las Heras de la Provincia de Mendoza, en el noroeste provincial de la República Argentina, en la cordillera de los Andes. Después de 27 días de entrenamiento para aclimatarse a temperaturas de 30 grados bajo cero, estuvo a punto de conquistar la cima, pero la presencia del viento blanco lo hizo desistir a 127 metros de la cúspide:

Ustedes dirán –explicó- que es mucho sacrificio para decidir no llegar a la cima que estaba a la mano, pero son decisiones del líder de la expedición que pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte. El fracaso de un alpinista, es la muerte.

Simultáneamente a los detalles de las expediciones, ilustró la forma de vida de los habitantes de los lugares visitados, como por ejemplo Finlandia donde sus habitantes leen en promedio 34 libros al año, mientras que los mexicanos leemos medio libro por persona al año. Hay mucha diferencia entre la educación de nuestros pueblos.

Hizo un relato puntual sobre el equipo que necesitó para cruzar el Mar Báltico congelado, a temperaturas de 60 grados bajo cero. Se requiere de equipo especial, pero también ligero porque la capa de hielo es de unos 5 centímetros, muy delgada, y el peso del expedicionario más el peso del equipo pueden provocar la cuarteadura del piso. Mostró fotos espectaculares del mar congelado, cortado por los grandes buques rompe-hielo rusos para permitir la entrada de cargueros que transportan el papel de la fábrica que surte a toda Europa y que está al norte del Mar Báltico.

Posteriormente contó las peripecias que pasó para cruzar el Desierto del Sahara, el más grande del mundo que cruza todo el continente africano.

Partimos de Marruecos, que es la entrada al desierto, y caminamos sobre la tierra ardiente a 60 grados centígrados. Es verdad que los oasis existen como también es cierto que hay tribus que siguen viviendo como hace cientos de años, sin tener contacto con la modernidad. Un radio de onda corta es para ellos cosa de brujería y cuando lo encendía hagan de cuenta que era una televisión: todos se reunían a escuchar música o lo que decían aunque fuera en otro idioma”.

Bajito de estatura, líder de expediciones con alpinistas de más de 2 metros de altura, es ejemplo vivo de lo que cualquier joven puede logar si se lo propone:

 No dejen de soñar, sueñen y sigan soñando porque todo lo que uno sueña es posible. Ustedes muy pronto viajarán por el mundo, el consejo que les doy es que no se dobleguen ante la adversidad, salgan a conquistar el mundo que los está esperando, pero prepárense, tomen decisiones prudentes y nunca se den por vencidos. Eso es lo que nos enseña el alpinismo y ese es el coraje que tenemos los mazatlecos”.

Para sostener el caro deporte del alpinismo, el mazatleco combina su trabajo de chef en un retiro espiritual de veteranos en San Francisco, California, es propietario de un restaurante de comida china en Veracruz y asiste a su padre en el negocio familiar en Mazatlán, dedicado a la reparación de aparatos electrónicos.

 

 

 

 

 

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