Como el “gordo” Estrada lo conocieron sus amigos de la infancia y como el “gordo” Estrada se le conoció hasta su muerte, no obstante ser el sinaloense de mayor estatura y respeto internacional de todos los tiempos.
La vida del querido “gordo” debe ser ejemplo para muchas generaciones: periodista, poeta, novelista, historiador, extravagante editor y diplomático autodidacta que elaboró la doctrina internacional que desde hace 78 años estableció el principio de no intervención en la relación diplomática de los países.
Genaro Estrada Félix nació el 2 de junio de 1887 en el puerto de Mazatlán, Sinaloa, en una casona de dos pisos ubicada en las inmediaciones de la Plazuela Francisco I. Madero, hoy conocida popularmente como La Machado. Sus padres fueron don Genaro Estrada y doña Concepción Félix.
Fue alumno distinguido en la “Escuela Modelo” del puerto sinaloense. Entre 1892 y 1895, a los 8 años de edad, escribió su primer artículo en el periódico “El Sur de Sinaloa” que se publicaba en el Rosario, Sinaloa. A los 12 años cuatro meses ingresó al Colegio Rosales de Culiacán, donde permaneció hasta 1905; después asumió la conducción personal de su educación.
Ya como autodidacta, entre 1899 y 1906, se inició en la literatura con colaboraciones en la revista “La Bohemia Sinaloense” y es probable que ahí publicara su “Canto a Rosales” con el que obtuvo el primer lugar en los juegos florales que organizaba el Colegio Rosalino.
Entre 1907 y 1911 ingresó al periodismo como aprendiz de tipógrafo y luego como redactor en el periódico “El Monitor Sinaloense” que editaba en Culiacán su tío Faustino Díaz, bajo la dirección de don Herlindo Elenes Gaxiola. Este periódico era portavoz de un selecto grupo cultural al que asistían el doctor Enrique González Martínez, Jesús G. Andrade, Gabriel F. Peláez, Francisco Medina, Esteban Flores, Julio G. Arce, Samuel Híjar, Ignacio M. Gastélum, Francisco Sosa y Ávila, José Rentería, Manuel Bonilla, Norberto Domínguez y Ricardo Carricarte.
A los 20 años 1907- publicó su trabajo “Entrevista a Teófilo Noris” [“niño héroe” nativo de El Rosario, Sinaloa] en un modesto periódico del Colegio Rosales. Presuntamente esta entrevista –que algunos historiadores han puesto en duda, principalmente los oficiales- lo alentó a abrazar la tarea de historiador. Se cree que en 1907, apareció publicada su Entrevista a Teófilo Noris [niño héroe nativo de El Rosario, Sinaloa]. Sin embargo, se desconoce hasta el momento el paradero de algún ejemplar de esta publicación.
Cuatro años más tarde, asumió la dirección de “El Diario del Pacífico” de Mazatlán que por su línea gobiernista fue incendiado por los revolucionarios cuando tomaron el puerto.
Con experiencia en el periodismo y dominio del lenguaje fue a probar suerte a la ciudad de México, donde ingresó como jefe de redacción de “El Diario”. Para estar cerca de los preparativos de una revolución anunciada, solicitó la corresponsalía del periódico en Morelos, donde presenció los combates del ejército zapatista contra las fuerzas federales. Para salvar la vida por su apego al gobierno en turno, publicó sus artículos bajo los seudónimos “Zapatador” y “Lápiz tinta”
Probado en los peligros de la guerra y consciente de que una bala perdida encontraría fácil destino en su voluminoso cuerpo, prefirió cambiar la especialidad editorial y en 1912 fundó la efímera revista cultural “Argos”, en compañía de su amigo el poeta jalisciense Enrique González Martínez.
En 1913 ingresó a la actividad académica como Secretario de la Escuela Nacional Preparatoria, como catedrático de gramática, maestro de la Escuela Nacional de Altos Estudios y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la entonces Universidad Nacional de México
Durante los 2 años siguientes continuó trabajando para la Universidad, combinando su labor académica con colaboraciones esporádicas en “Revista de Revistas”. Al alimón ingresó a varias sociedades científicas de la ciudad de México, entre ellas, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística de la que fue Secretario General.
Sus primeros contactos con el exterior ocurrieron en 1920 durante un viaje a Milán, Italia, a donde acudió al frente de una exposición de la Secretaría de Industria y Comercio. A su regreso se reveló como “el alma” de la Sociedad de Bibliófilos Mexicanos, donde dejó al descubierto sus inquietudes de editor.
- Extravagancias editoriales
Según relato de don Artemio del Valle Arizpe, tenía ciertos caprichos o extravagancias que le venían de su gran amor por los libros. Por ejemplo, en 1921 publicó –tal vez el tiraje más corto de la historia de la imprenta en México- 6 ejemplares de “Noticias Breves de la Expedición Militar de Sonora y Sinaloa”. Tres años más tarde editó la obra de don Eustaquio Buelna “Apuntes para la Historia de Sinaloa 1821-1882”. Pero fue en 1928 cuando sus extravagancias como bibliófilo cobraron vuelo: ordenó imprimir 10 ejemplares para amigos coleccionistas de la “Vida y heroicas virtudes de Don Pedro Moya de Contreras, arzobispo mexicano”, escrita por Cristóbal Gutiérrez de Luna en 1619.
Entre 1923 y 1935 desarrolló una labor de ambiciosas proyecciones bibliográficas: localizó y difundió fuentes documentales para la historia social y literaria de México, como antes lo hicieron Francisco Sosa y Joaquín García Icazbalceta.
- Su vida, al servicio exterior
Pero fue en marzo de 1924 cuando su vida dio un vuelco: ingresó al servicio diplomático como Oficial Mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores; 3 años después asumió la subsecretaría y el 5 de febrero de 1930 fue designado Secretario por el presidente Pascual Ortiz Rubio, cargo que desempeñó hasta el 20 de enero de 1932 para irse de Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario a España. También fue Ministro Plenipotenciario en Portugal y Turquía.
El 27 de septiembre de 1930 presentó la tesis que más tarde se conocería como la “Doctrina Estrada que fundamenta el principio de no intervención en el cual México no se considera en capacidad de juzgar, aprobar o desaprobar a otras naciones.
A mediados de enero de 1935 renunció al cargo, pero continuó dirigiendo publicaciones en la misma Secretaría de Relaciones Exteriores, tales como “Monografías Bibliográficas y el Archivo Histórico Diplomático Mexicano” con cuarenta volúmenes.
Fueron numerosos los libros que escribió y publicó, entre los que destacan: “Poetas nuevos en México (1916)”; “La Linterna Sorda (1919)”; “Visionario de la Nueva España (1921)”; Pedro Galín (1926)”; “Crucero, Escalera, Paso a nivel y Senderillos al Ras”, escritos entre 1928 y 1934.
Falleció en la ciudad de México el 29 de septiembre de 1937.
El 15 de mayo de 1973, el Congreso del Estado de Sinaloa lo declaró “Hijo Predilecto del Estado” y ordenó que se inscribiera su nombre en letras de oro en el Salón de Sesiones.
Posteriormente, por decreto del 12 de enero de 1982, se declaró al 27 de septiembre de cada año “Día de la Doctrina Estrada”. El 12 de enero de 1987 fue oficialmente “Año de Genaro Estrada”.
El doctor Héctor González Guevara le rindió tributo al conseguir que las autoridades de su natal Mazatlán decretaran “Día de Genaro Estrada” el 2 de junio de cada año, como recordatorio permanente a la fecha de su natalicio.
El 24 de octubre de 1996, Genaro Estrada e Isidro Fabela, precursores de la política exterior de México, recibieron un merecido homenaje por la LVI Legislatura que en sesión solemne develó la placa con sus nombres, por lo que desde ese día el “gordo” Estrada es el primer sinaloense cuyo nombre está inscrito con letras de oro en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
En octubre de 1996, Genaro Estrada e Isidro Fabela, precursores de la política exterior de México, recibieron un justo y merecido homenaje de parte de la LVI Legislatura de la Honorable Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, que en sesión solemne develó la placa donde están inscritos con letras de oro sus nombres. Por lo que Genaro Estrada es el primer sinaloense cuyo nombre está inscrito con letras de oro en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. El 6 de junio de 1987, para conmemorar el primer centenario de su natalicio y los cincuenta años de su fallecimiento, la Dirección de Investigación y Fomento a la Cultura Regional (DIFOCUR) organizó en la ciudad de Culiacán un coloquio en su honor
Cuando construyeron el monumento en la glorieta del Valentino´s de su natal Mazatlán se enterró un manuscrito con la Doctrina que le abrió a México las puertas del respeto internacional. Nadie ha informado hasta ahora si el documento se rescató en la mudanza de la estatua a un rincón de la Plazuela Zaragoza.
Una calle del centro, donde vivió la familia hasta sus últimos días; una colonia; y varias escuelas del estado llevan su nombre.
(Semblanza del libro La Patria Íntima de Mario Martini/Edit. 2009)