José Ángel Espinoza Aragón Ferrusquilla, actor, compositor y cantante choiceño

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La Patria Íntima

Por Mario Martini

Artista pleno y generoso, ejemplo de tenacidad, constancia y persistencia, abrió camino a golpe de cincel para que muchos otros artistas mexicanos pudieran entrar al sinuoso territorio del espectáculo.

Nació en Choix el 2 de octubre de 1919 al norte del estado de Sinaloa, pero adoptó a Mazatlán como su patria chica. Sus padres fueron Buenaventura Espinoza y Fredesvinda Aragón, quien murió poco tiempo después del nacimiento del pequeño. Por tan intempestivo suceso, parte de su primera infancia la compartió con su abuelo Maximiano, quien le enseño a mover las manos, los pies y, sobre todo, la boca.

Al morir el abuelo, Buenaventura y sus 4 hijos varones emigraron hacia el municipio de Ahome, al norte del estado. Ahí, el pequeño estudió la primaria y trabajó en una tienda de abarrotes. Con el apoyo moral de su maestro de primaria, Salvador Cárdenas Chavarín, viajó a Mazatlán, donde fue adoptado por doña Nicanor Galindo, originaria de Zapopan, Jalisco, y propietaria de la casa de asistencia Royal donde el joven fue mandadero, lo que le permitió convivir con toda suerte de artistas de radio, televisión y carpa.

Hiperactivo y tozudo para conseguir lo que quería, el Ayuntamiento mazatleco, presidido entonces por Vicente Laveaga, se venció a su febril insistencia y le otorgó una beca para estudiar en la escuela preparatoria Pro-Cultura Regional de Mazatlán, auspiciada por el Club Rotario. Al terminar la preparatoria llegó al dilema de decidir estudiar medicina, derecho o ingresar al Seminario. Convenció a su madre adoptiva y hermana Martha Ofelia Galindo, quien también destacaría como actriz, para emigrar a la ciudad de México para estudiar medicina, al igual que su compañero de estudios Jesús Kumate Rodríguez.

Anónimo e ilusionado como todos los provincianos que llegan a la gran capital, caminó muchas calles, recorrió templos, parques y trabajó en todo lo que pudo. Eran tiempos en los que empezaban las épocas de oro de la radio y el cine y empezaba a asomarse el gran imperio que sería la televisión. Atento a cualquier oportunidad desde su posición de mandadero de artistas y empleados de la radiodifusora XEQ, en 1938 atendió el llamado de contratación de personal que hizo la empresa y tuvo suerte de ser uno de los elegidos. Decidido a hacer carrera en este medio, tramitó y obtuvo la licencia de locutor número 27 que siempre mostró como orgullosa reliquia.

Su primer trabajo radiofónico fue en el programa de radio “Fifirafas el valeroso”, debutando al lado de la guapa Blanca Estela Pavón e interpretando al Capitán Ferrusquilla, mote que adoptó desde ese momento. En el medio artístico se le conoce como “El Hombre de las Mil Voces”, por su facilidad para imitar, doblar y reproducir sonidos. Por aquellas épocas, el músico villauniense Tirso Rivera Velador que tocaba en la Orquesta Típica Sebastián Lerdo de Tejada, le regaló un traje de charro con el que hizo sus primeras incursiones en la TV mexicana.

Participó en programas de gran éxito como “Así es mi tierra”, “Noches Tapatías”, “Revista Musical”, en los que participaron Lola Beltrán, Tito Guízar, María de Lourdes, Lucha Villa, José Alfredo Jiménez, María Victoria, La Tariácuri, Elvira Quintana, entre otros. Más tarde se dedicó a la actuación y al doblaje de películas para la Metro Goldwin Meyer en Nueva York. Prestó su voz a varios personajes de Walt Disney, entre ellos al señor Smee de Peter Pan, lo que permitió que sus jefes lo recomendaran para actuar en Hollywood, donde compartió honores con estrellas enormes de la actuación.

Paralelamente a su trabajo para sobrevivir, estudió composición en el Conservatorio Nacional de Música, donde tuvo la suerte de recibir enseñanzas de grandes maestros como Manuel M. Ponce, Silvestre Revueltas y Jerónimo Baqueiro.

  • El tiempo que te quede libre…

La primera canción que escribió fue “A los amigos que yo tengo”, grabada por su paisano Pedro Infante; posteriormente, a Lola Beltrán le compuso “La pena mía”, otro gran éxito. Vinieron después “Échame a mi la culpa”, “La Ley del Monte”, “María Pistolas”, “Canción mexicana de paz”, “Cariño Nuevo” y “El Tiempo que te quede libre”, entre muchas otras que hoy son parte del repertorio nacional.

Sobre esta última canción, el artista relató a este reportero que la inspiración surgió precisamente en el malecón del Paseo Olas Altas del puerto mazatleco, a donde había llegado con una guapa jovencita con la que compartió créditos en la cinta “El Tunco Maclovio”, filmada en escenarios de Durango. De menor edad que él, la belleza juvenil fue la atracción de jóvenes playeros mazatlecos que la veneraban al límite de la idolatría, en tanto que el curtido actor, celoso e impotente para competir con aquella explosión de hormonas, los miraba desde las alturas del malecón. Entre esa convulsión de sentimientos, “Ferrus” dio forma y fin a un encubierto y amoroso reclamo:

El tiempo que te quede libre

Si te es posible dedícalo a mí

A cambio de mi vida entera

O lo que me queda y que te ofrezco yo

Atiende preferentemente

A toda esa gente que te pide amor

Pero el tiempo que te quede libre

Si te es posible dedícalo a mí..

Sus intérpretes fueron figuras internacionales como María Dolores Pradera, sus paisanos Lola Beltrán y Pedro Infante, Vicente Fernández, Lola Flores, Trío Los Panchos, Vicky Carr, Amalia Mendoza La Tariácuri, Marco Antonio Muñiz, Ray Conif, Lucho Gatica, Lupita D’alessio, Lucha Villa, María de Lourdes, el divo de Linares Raphael, Miguel Aceves Mejía, Albert Hammond y Nelson Ned, entre otros. Sus canciones se han traducido a 5 idiomas en 5 continentes.

Sin lugar a dudas, su obra maestra fue Échame a mí la culpa que lo lanzó a la fama y que fue tan popular en España que se rodó una película con ese nombre, con las actuaciones de Lola Flores y Miguel Aceves Mejía. A mediados de la década de 1970, la canción volvió a popularizarse en la voz del cantante inglés Albert Hammond, quien recibió del propio José Ángel Espinoza el premio como Mejor Intérprete del Año. «El tiempo que te quede libre» fue grabada por Manoella Torres, María Dolores Pradera y Luis Miguel; «La ley del monte» fue uno de los más grandes éxitos de Vicente Fernández; luego siguieron «Cariño nuevo» y «Sufriendo a solas«.

Fue miembro de El Colegio de Sinaloa, donde realizó diversas actividades de promoción del arte y la cultura del estado, entre las que destaca el festival musical anual “Convivencia Musical” que impulsa a nuevos talentos sinaloenses.

Participó en más de 100 películas, tres de ellas basadas en la vida del sinaloense Heraclio Bernal, infinidad de telenovelas y series de televisión con las grandes estrellas de la cinematografía mundial. Filmó en México, Estados Unidos, Francia, España y Alemania, al lado de Brian Keith, Dean Martín, Zachary Scot, Peter Ustinov, Elizabeth Taylor, Robert Mitchum, Richard Burton, Shirley MacLaine, Jeanne Moreau, Clint Eastwood, Marisol, Libertad Lamarque, Boris Karloff, Fernando Rey, Emilio Tuero, Rosita Quintana, Arturo de Córdova, Jorge Negrete, Lucha Villa, Ignacio López Tarso, María Félix, Pedro Infante y muchos más. Dobló a actores de la talla de Mickey Rooney en “Fuegos de Juventud”.

Fue miembro honorario de la Asociación Nacional de Actores, organismo sindical del que fue socio activo y dirigente durante más de 12 años al lado de Jorge Negrete y Rodolfo Landa (recibió la credencial 526 de la ANDA de manos de Mario Moreno Cantinflas). Precisamente cuando desempeñaba un cargo en el comité ejecutivo de la asociación se enteró de la muerte de Blanca Estela Pavón Vasconcelos, la querida “chorreada” de Pedro Infante, y a quien él se había comprometido a acompañar en el vuelo fatal. Compromisos sindicales de último momento impidieron que la acompañara y su boleto lo cedió al padre de la artista de la que estaba profundamente enamorado. El avión que volaba de Oaxaca a la ciudad de México cayó en el “Pico de los Frailes” en el Popocatepetl, donde encontraron sin vida los cuerpos de la actriz y su padre. El destino y el sindicalismo le salvaron la vida.

Con el actor Víctor Parra fundó el Instituto Andrés Soler, de donde han egresado más de 400 figuras de la escena, como Maricruz Olivier, Lucía Méndez, etc. Junto a Rodolfo Echeverría Alvarez (Rodolfo de Anda, su nombre artístico) dio forma a la Asociación Nacional de Intérpretes, organismo que se encarga de cobrar y entregar a los socios las regalías de su obra intelectual. Fue directivo fundador con la credencial número 6 y dirigente también de la Sociedad de Autores y Compositores por un período de 6 años, lapso en el que construyó 4 salas cinematográficas y tres grandes estudios de grabación, entre ellos el más grande de Latinoamérica.

Recibió en vida toda suerte de homenajes y distinciones. En 1976 la Organización de las Naciones Unidas le entregó la Medalla de la Paz. El Consejo Directivo de la SACM, integrado por Roberto Cantoral, Armando Manzanero y Martín Urierta, entre otros, le entregó una medalla de oro en la que le manifiestan su aprecio y reconocimiento.

Por unanimidad, el Club Rotario de Mazatlán lo nombró Socio de Honor. Una calle y un andador llevan su nombre en el puerto mazatleco; el teatro principal de Los Mochis y la casa de la Cultura de Choix también le rindieron homenaje en vida.

Sus dos hijas, Angélica y Vindia, y sus tres nietas fueron el universo que compartió en viajes frecuentes entre Mazatlán y la ciudad de México. Es, ni a dudarlo, uno de los artistas más completos de nuestra historia, pues lo mismo destacó en la radio, su “alma mater”, el cine, la televisión y la música.

En un pequeño restaurante de mariscos, en la calle de Uruguay de la ciudad de México, llamado providencialmente Mazatlán, era recibido con honores por el dueño y los meseros que lo consideraban parte del inventario, despachaba sin pausas una botellita de vino rojo, mariscos varios y postres suculentos para luego, erguido a sus más de 80 años, salir con su sombrero de paja y paraguas a la jungla de asfalto, como un Chaplin revuelto en la multitud de San Juan de Letrán, y abordar un camión repleto de chilangos que lo llevaba de regreso a su remanso citadino en las inmediaciones del jardín de Santiago Tlatelolco, desde donde atestiguó la matanza de estudiantes en 1968.

A los 96 años, víctima de un derrame cerebral, falleció en Mazatlán, Sinaloa, la madrugada del 6 de noviembre de 2015.

(Semblanza incluida en el libro La Patria Íntima de Mario Martini)

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