María de los Dolores Izaguirre Castañares, mazatleca que impulsó el voto a la mujer hace 69 años/Por Mario Martini

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  • 69 aniversario del voto a la mujer mexicana.-

@MarioMartini

Sin que alguien de su tierra le compita en ese campo, es la mazatleca que más cerca ha estado de la presidencia de la república, al menos de manera oficial: durante el sexenio 1952-1958 compartió el lecho nupcial con el veracruzano Adolfo Ruiz Cortines.

Indiscutiblemente es orgullosamente la sinaloense más próxima al primer miembro de la nación y debiera considerársele como una de las primeras damas más influyente en la vida nacional de la época que consiguió que su marido enviara la iniciativa al Congreso de la Unión que otorgó el voto a la mujer mexicana en la década de los 50, después de siglos de sumisión y discriminación.

A punto de morir de tifo en plena revolución (1914), Ruiz Cortinez contrajo matrimonio casi in artículo mortis con Lucía Carrillo, su primera mujer. No solamente salvó la vida sino que enterró a su señora,  ganó la presidencia de la república y se casó con Doña María de los Dolores Izaguirre Castañeda, mazatleca viuda con dos hijos.

En aquella época, el muralista David Alfaro Siqueiros lo describió como embrión de dandy porteño. Pero en realidad se le conocía como el faquir en prostíbulos veracruzanos y el cinturita brava en el salón Villa del Mar, donde bailaba danzón.

  • Primera dama

De la mazatleca se tejieron muchas historias. Se cuenta que don Adolfo dejaba a la encopetada dama de sociedad hacer lo que le viniera en gana: desde obra social y públicas sesiones con la jerarquía católica hasta largas jornadas de te-canasta, negocios y conocidas peticiones de fina y extravagante joyería a cambio de tramitar audiencias con su marido (nada importaba un par de aretes o broches de brillantes frente a la conveniencia de conseguir alguna dispensa de trámites de la presidencia de la república).

No son pocos los testimonios de la influencia que la mazatleca tenía sobre el mandatario, conocido como el más honesto y cicatero de la historia de México, pero aun a regañadientes tuvo que ajustarse a la política de austeridad decretada por el presidente, quien por primera vez en la historia obligó a los 250 mil empleados del gobierno federal que hicieran  públicas las listas de sus bienes y propiedades.

Él mismo puso el ejemplo y publicó la lista completa de sus bienes patrimoniales: una casa en la ciudad de México, un rancho en co-propiedad con un amigo en Veracruz, su mobiliario y unos ahorros modestos. En la lista de sus bienes,  incluyó un auto Lincoln 1948 que regaló a su esposa con motivo del matrimonio. Todo todo con un valor de 34 mil dólares. A doña María debieron retorcérsele las tripas cuando su marido rechazó el cheque por 4 mil dólares que le envió la Secretaría de Hacienda para “sus gastos especiales”. Dijo él que con su sueldo bastaba.

Para albergar a su matrimonio, el presidente compró una sencilla casa en la colonia San José Insurgentes de la ciudad de México, en la que no hubo candiles ni porcelanas o tapetes persas ni lujo ninguno. Era un espectáculo común ver a la pareja caminando sola y sin guardias por las calles, conversando con la gente: el retrato vivo de la sencillez

A principios de 1953 los concesionarios de automóviles quisieron seguir la costumbre de regalar al presidente en turno un auto último modelo, pero Ruiz Cortines declinó la oferta. Su esposa tenía un ascendiente enorme sobre él, pero no al grado de persuadirlo de que le permitiera conservar los 300 regalos que llegaron a su casa el día de su cumpleaños: la primera dama debió conformarse con los que provenían de antiguos amigos, ni uno más.

Desde su campaña, Ruiz Cortines fue centro de burlas pues aunque no era viejo (tenía 62 años) se decía que “había escapado de los sarcófagos faraónicos”. Siendo de Veracruz, donde el humor es segunda naturaleza, el futuro presidente no se inmutaba: “no me eligieron para semental sino para presidente”. Y esa expresión cobró mucho sentido para doña María de los Dolores que a falta de semental se refugió en la religión y los negocios por debajo de cuerda.

Como compañera del presidente, tuvo que enfrentar críticas de empresarios afectados por la política contra los despilfarros y la corrupción del alemanismo. La mazatleca no tuvo más remedio  que mostrarse públicamente como una mujer pudorosa y austera, pues su marido tenía puntual claridad en lo que tenía por hacer:  poner orden, cuantificar necesidades, establecer prioridades, delegar en personas competentes, llevar seguimiento del proceso, verificar resultados y escuchar a su esposa.

  • Acciones por el bien común

Mucho tuvo que ver la mazatleca en el crecimiento de los salarios reales de los trabajadores, en la decisión de financiar obras petroleras con bonos sin contratar deuda externa, la erradicación del paludismo, la alfabetización de la población, la creación de juntas de mejoramiento cívico y moral, el fomento al ahorro nacional, la fundación del Instituto Mexicano de la Vivienda, entre algunas obras exitosas de la administración.

Pero sin lugar a dudas el mayor acuerdo, tal vez negociado en el lecho nupcial, fue la iniciativa que el presidente envió al congreso el 9 de diciembre de 1952 para que las mujeres tuvieran derecho al voto y que promulgó el 17 de octubre de 1953.

La iniciativa para reformar los artículos 34 y 115 de la Constitución -otorgaría los derechos políticos a las mujeres-constituyó un verdadero madruguete político al Partido Acción Nacional que el 14 de diciembre de 1952 presentó  una iniciativa similar.

En esa época la eterna lucha por el poder político se coronó con el voto de la mujer que hoy en día es factor de decisión en varias elecciones. En las elecciones de 1955, doña María fue la primera en sufragar y en un hecho inédito acudió a las urnas el 95 por ciento del padrón femenino.

Tal vez esta sola acción perdone las extravagancias que la primera dama haya podido cometer en el desempeño de su función, incluyendo su relación con el clero que los gobiernos anteriores habían mantenido a raya.

La mismísima primera dama, encabezaba el patronato de ayuda a las obras de la Basílica de Guadalupe y sin mayores problemas aceptó posar en la inauguración de la corona colocada en al pórtico de la Basílica, donde se leía la tradicional inscripción del papa Benedicto XVI sobre la Patrona de México: “No hizo igual con ninguna otra nación…”

En tiempos de Ruiz Cortines hasta la Virgen de Guadalupe simpatizaba con el PRI, gracias a los buenos oficios de doña María que apoyó en la recuperación de la iglesia católica que construyó nuevos templos y asmpliaba su influencia en el sistema educativo mexicano. Ruiz Cortines escuchaba lo que su esposa le cantaba al oído: “en las próximas elecciones nos van a ayudar…” Y efectivamente, en las elecciones de 1958, una peregrinación de fieles que se dirigía a la Basílica de Guadalupe fue desviada para votar en grupo a favor de los candidatos del tricolor.

Para silenciar las posibles críticas, el presidente incluyó a críticos e intelectuales en la nómina de la Secretaría de Educación Pública, el Departamento de Bellas Artes, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Colegio de México. Aquietó hasta a los aguerridos muralistas Rivera y Siqueiros: el primero pintaba retratos de las mujeres más ricas de México, recomendadas por doña María de los Dolores, en tanto el segundo pintaba murales históricos en el Castillo de Chapultepec pagados por el erario oficial

Los otros pequeños poderes no tan subordinados estuvieron muy cerca de la domesticación. Los empresarios continuaron la luna de miel iniciada en el alemanismo y los universitarios seguían escalando la pirámide burocrática que empezaba en Ciudad Universitaria y llegaba a las altas estribaciones de la burocracia federal.

En lo político, el presidente custodiaba el tesoro nacional respetando y haciendo respetar lo que llamaba “la investidura presidencial” y todas las formas de la liturgia política. En la intimidad, dejaba hacer a su circunspecta esposa que obtenía ciertas canonjías a cambio de audiencias presidenciales.

Doña María de los Dolores murió en la ciudad de México sin que se conozcan más detalles de su fallecimiento.

(Tomado del libro La Patria Intima de Mario Martini/Edit P23/2009)

 

 

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